#147. Cuando el Secreto del Éxito es Sobrevivir a uno Mismo
"Entregad el máximo, y yo os atrangantaré con oro."
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Cuando el Secreto del Éxito es Sobrevivir a uno Mismo
Tu vida comienza en Taiwán.
Tu padre sueña con América y tu madre te entrena para ello. Cada día te enseña 10 nuevas palabras en inglés.
A los 9 te envían con tu hermano a Estados Unidos. Terminas en un internado duro en Kentucky. Los primeros meses te pegan, pero aprendes a levantarte. Años después lo resumirás así: “No me asusto fácil. Puedo tolerar mucha incomodidad.”
Para ti, la excelencia es la capacidad de soportar la dificultad.
Trabajas de día diseñando microchips; por las noches y los fines de semana, estudias en Stanford. Todo ello formando una joven familia. Te lleva 8 años terminar tu máster. A ti te da un poco igual, porque manejas un horizonte vital larguísimo. Sueles decir que “En algunas cosas soy impaciente; en otras, infinitamente paciente. Siempre estoy afilando la espada.”
Conoces a los ingenieros Chris Malachowsky y Curtis Priem. Les ayudas con su proyecto. Luego les dices: “¿Por qué hacerlo para otros? Hagámoslo nosotros.” Tu reputación abre puertas, y acabas presentando tu compañía a Don Valentine, de Sequoia.
Tu pitch fue terrible, pero tu marca personal era lo suficientemente buena como para que alguien tomase un riesgo contigo.
Lo recordarás toda tu vida: “Lo hice muy mal con el pitch. No supe explicar lo que estaba construyendo, para quién lo estaba haciendo, y por qué nos iba a ir bien.” Don Valentine, al terminar el pitch, te dijo: “A pesar de lo que me pide el cuerpo, voy a daros el dinero. Pero si lo perdéis, ¡os matare!”
Fundas tu empresa.
Durante los primeros 15 años no estás orgulloso de tu gestión. Tus dos primeros chips casi te matan. Demasiadas funciones. Descubres que el mercado quiere una cosa brutalmente simple: “menos, pero mejor”. Decides poner foco y construir el mejor chip para un tipo de aplicación concreto, y a un precio decente.
Gestionas en directo, sin capas, y con la máxima intensidad.
Tu manera de liderar es como la de un profesor, con el rotulador siempre en la mano. Escuchas a otro hablar y saltas a la pizarra a dibujar el problema que te está contando. Enseñar es tu trabajo principal. Para que las cosas salgan bien tienes que convertir a tu gente en tus “alter egos”, gente que opere con tus principios y tu claridad.
Tienes 60 reportes. No quieres un COO. Prefieres un flujo de información crudo, rápido, desde la trinchera. Inventas los T5T: cada reporte te envía sus “Top 5 Things” en bullets todas las semanas. Los lees todos. Estrategia no es lo que dices; es lo que hace tu gente, y para ver eso necesitas ver todas las señales, todos los días.
Tu rutina diaria empieza diciéndote al espejo a ti mismo: “Eres un desastre”. Eres muy duro con tu equipo, pero no eres injusto. Torturas a la gente para sacar la grandeza que tienen dentro porque haces lo mismo contigo mismo. La gente lo sabe, y por eso te sigue.
Para ti la estrategia es acción, en un ciclo de revisión continua. El mundo está vivo, y por eso cambias de misión cuando los hechos cambian. El “pilot in command” de cada proyecto rinde cuentas directo contigo. En los grandes proyectos no hay un comité, sino una persona que es la responsable última.
Tu comunicación es directa, concisa. Aplicas “LUA” o “Listen, Understand, Answer”: escucha la pregunta, entiende la pregunta, responde la pregunta. A pesar de lo que dicen los libros, das feedback (bueno y malo) en público: “feedback es aprendizaje; que todos aprendan del error.” Luchas contra la política y la complacencia poniendo a la gente bajo un foco de luz intensa.
Nadie te gana en capacidad de trabajo. “Puede que haya gente más lista; pero nadie trabaja más que yo aquí” — sueles decir. Habitualmente repites en las reuniones que “Estamos a 30 días de quedarnos sin dinero.” Es tu vacuna anti-complacencia. Tu enemigo es el aburguesamiento que acaba matando a los mejores.
Premias a los que te ayudan a ganar. Les dices “Entregad el máximo, y yo os atrangantaré con oro”. Te esfuerzas por pillar a la gente haciendo cosas bien. Le das acciones de la empresa, fuera de ciclo y en cualquier nivel, a gente que haga una contribución extraordinaria. Quieres que sea muy público y en el momento: que refuerce el comportamiento que quieres ver más veces en la empresa.
Tomas el liderazgo del sector y te preguntas por qué nadie mantiene la ventaja más de dos años. Reestructuras ingeniería. Lo llamas “Three Teams, Two Seasons.” Tres equipos trabajan en paralelo, creando un nuevo chip cada seis meses, alineados al ciclo de refresco de los PCs. Puede que un rival saque algo ligeramente mejor, pero los los fabricantes de ordenadores no tienen incentivos para cambiar sabiendo que en seis meses llega tu upgrade.
Haces de la velocidad tu marca, tu valor y tu barrera de entrada.
Luego captas una señal débil que lo cambia todo.
Un día, unos investigadores hackean tus GPUs para usarlos en cómputo no gráfico. Contratas a uno de los investigadores en cuestión y con su método creas CUDA, un modelo de programación que hace usable el paralelismo de la GPU para ciencia e industria.
Tu visión mixta de software + hardware transformará tu compañía y el mundo.
CUDA se convierte en la prioridad. Tienes que convertirlo en un estándar. La compañía entera cambia para empujar este nuevo modelo de negocio. El margen bruto baja de 45% a 35%. Con la crisis financiera del 2008 la demanda se evapora. La acción cae más de 80% y los inversores piden marcha atrás. Sin embargo, tú te mantienes férreo en tu tesis.
Una vez superada la crisis, en 2013, discutes con tu staff. Mientras algunos piensan que el deep learning es una moda pasajera, tú estás viendo el futuro. La IA pasa a ser la máxima prioridad de la compañía.
Eres Jensen Huang, Fundador y CEO de Nvidia.
Desde tu momento de clarividencia en 2013, tu acción ha subido más de 300x en bolsa. Tu apuesta por la IA ha multiplicado el tamaño del mercado para chips, y te ha colocado en el centro del mundo tal y como lo conocemos.
Todo como respuesta a un miedo feroz. Al miedo de no ser nada. Porque cuando te preguntan, siempre dices lo mismo: “¿El secreto de Nvidia? Haber logrado sobrevivir a nosotros mismos”.
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